miércoles, octubre 07, 2015

Te echo de menos.

Te echo de menos, creo que tanto como la marea a la luna, puede que como la oscuridad al sol, seguramente tanto como el aire al viento, quizás como mis ojos a tu presencia. Te echo de menos.

  Y es que hoy sin ti no es como ayer contigo, no es igual ni por asomo parecido. Me abrazas y soy yo, me das un beso y realmente soy yo. Sin ti no es igual, es diferente, es otro mundo a mi alrededor. Te echo de menos.

  Miro el futuro y veo que harás tu vida, tu camino y me siento orgulloso de enseñarte las pocas cosas que sé. Me parece increíble que estoy en ti, que existes gracias a mi en parte. Te echo de menos.

   Y echar de menos es tan importante como quererte, no estar a tu lado es tan importante como estarlo. Mis recuerdos están hechos de ti. Y te echo de menos, siempre te echaré de menos porque siempre quiero estar contigo.

   Te echo de menos hijo.

lunes, septiembre 21, 2015

A veces sueño que sueñas.

   ¿Oyes el ruido del silencio?, es como un pitido, débil pero constante, indestructible pero débil.

  ¿Ves la oscuridad de la noche?, es como el negro telón de un teatro, oscuro pero fascinante, provoca que tú imaginación vuele.

  ¿Tocas el rocío de la mañana?, está helado pero te calienta el alma. Te hace sentir viva.

  ¿Hueles la fragancia del bosque?,  te embriaga y embota tu olfato,  te recuerda que no eres más que naturaleza.

   ¿Saboreas mis labios? No puedes, son efímeros, quizá fueron un sueño que ni siquiera soñaste. ¿Los tuyos?, sí, creo que los soñé. Tal vez en otra oscura noche, en una fresca mañana, en un paseo por el bosque, en silencio y sentada a mi vera, tal vez, y solo tal vez volvamos a soñar... y quien sabe si será para no despertar.

domingo, agosto 09, 2015

Oteando la felicidad

   Sentado, mirando al vacío, oteando sueños que me alienten en mi presente, así estoy ahora. Sentado no porque esté inmóvil, sino porque es tan importante caminar como descansar, la experiencia me dice que se llega más lejos.

   A veces oigo voces, tranquilos no estoy loco, a través de mis auriculares bluetooh y otras las escucho. Me hace entender que son demasiadas cosas las que me interesan y muy pocas las que no despiertan mi curiosidad. Cuando me saturo de tanta información cojo un libro y leo, me centro solo en esas letras, no juzgo, solo leo e interiorizo. Quizás mi futuro sea como mi presente... no estaría mal.

  Y es curioso como de quien más aprendo es de quien yo estoy, en parte, educando. Pudiera ser que la experiencia no fuera tan positiva en ciertos aspectos como nos quieren hacer creer. Pudiera ser que en realidad todo se basa en sentimientos puros y sin rastro de maldad, en otro planeta quizás convivan así. Por eso deseo con todas mis fuerzas que se queden donde están, que la Humanidad verdadera está solo en los niños y en algunos pocos, pocos o mejor dicho privilegiados.

   Y ahora que el sol se va y deja paso a la luna voy a seguir soñando con cosas buenas, con sentimientos sinceros y hasta puede que con los ángeles.

  Y como ya nadie visita este blog (¡atrás quedaron los días de cientos de visitas!) me encuentro con que es ahora cuando más me embarga la alegría al escribir, ahora puedo decir que cuando busco gnomos con mi hijo por el monte sigo convencido de que algún día encontraré uno, que cuando la niebla invade el campo estoy seguro que algún día veré un unicornio. Estoy seguro que, aquí sentado, seguiré aprendiendo de mi hijo y que mi presente es mi futuro porque yo lo quiero así. Porque he decidido salirme de los objetivos materiales más allá de lo necesario, he decidido estar con la gente que me quiere y he decidido envejecer feliz como lo soy ahora de joven.

   ¿Y tú, que no me lees, aún sigues pensando que lo material es lo que te hace feliz?

viernes, julio 24, 2015

¿Eres feliz?

A veces me siento en algún banco, miro el movimiento de las hojas intentado entender el algoritmo que crea ese baile sin final, miro al cielo y sé que detrás de ese azul tan bonito hay un espectáculo todavía mayor.
   Leo alguna novela e intento captar lo que el escritor sentía cuando escribía las palabras que me atrapan. Cuándo yo escribo solo siento sentimientos que tal vez se escapen a mi comprensión.
   Veo a mi hijo jugar, luego siempre le pregunto si es feliz. Me da miedo el día que me diga que no.
   Me miro al espejo y solo veo un reflejo, ni rastro de  mi interior, ni en mis ojos me descubro.
   Me da miedo preguntarme si soy feliz, solo sé que la belleza del espacio no me es desconocida, que me apasiona leer y escribir, que soy yo y no una imagen falsa proyectada y que tengo un hijo que es feliz.

¡Uff, cómo explicarlo!

No tengo ningún don especial, no soy ni siquiera un aventajado en la más nimia materia, tampoco llego a saber todo lo que desconozco y quizás ni llegue a saberlo nunca. La poesía me supera intelectualmente y anhelo ser un romántico.
   Pero como la mayoría de las personas creo que soy más inteligente que la media,  la única diferencia es que enseguida me doy cuenta de que soy un simple humano más, mientras otros pasan toda su vida creyendo esa mentira.
   Llegados a este punto puedo hacer un resumen de mi mismo, soy un neófito en todo que aspira a saber un poco de algo. Gracias a esto soy consciente de que necesitaría mil vidas o algún millón más para llegar a hacerme una idea de lo que desconozco. Así que toda esta diarrea verbal para lo único que me sirve es para recordarme a mi mismo que quizás Carpe Diem puede tener otro sentido en la vida de algunas personas.
   Por desgracia tampoco soy un intelectual pedante ni mi vocabulario excede al de la media. Pero pensándolo bien, estar en la media ya es bastante… para aquél qué sé conforma.

lunes, abril 06, 2015

Dinero

Yo creo que el dinero ayuda pero una vez cubiertas ciertas necesidades no te debería hacer más feliz. Lo que me da pena es que hay personas que piensan que si fueran ricos serían muy felices, yo pienso que viviría más cómodamente simplemente. Cuando digo que soy feliz la gente no me entiende, tengo mis momentos malos y mis problemas, pero pasear con mis perros me hace feliz y no lo sería más porque llevaran una cadena de oro. Tampoco seria más feliz por leer libros de edición de lujo me conformo con que sean de bolsillo. No sería más feliz por tener un ferrari, me es suficiente con mi Citroen. Tampoco sería más feliz por tener un apartamento en la playa, lo soy cuando voy a pasar el día con mi familia, comemos en la playa un bocadillo y antes de irnos nos tomamos un helado. Soy feliz porque puedo comprar medicinas si enferma alguien y no siento desgracia por no poder ir a un médico de paga todas las semanas ante la mínima molestia.

De hecho creo que cuántas más cosas materiales tenemos más tenemos que trabajar para mantenerlas (seguros, impuestos, mantenimiento, averías...).

Claro que juego a la lotería con la esperanza de que me toque... ¡tendría más tiempo para pasear, leer, aprender, estar con mi familia e incluso podría ayudar a Cruz Roja con una mayor aportación mensual!

Pero no malinterpreten mis palabras, el dinero es necesario pero para el que piense que el dinero es la felicidad le deseo el Ferrari, luego no se queje cuando yo pago 300 euros de seguro y usted 3500.

El tema del dinero en realidad es que hay gente que necesita reconocimiento social y creen que el dinero se lo dará. Yo sin embargo conozco a mucha gente con dinero y por mucho que observo la mayoría tienen conversaciones de cosas materiales que me aburren. Sin embargo un simple agricultor te cuenta como va la cosecha y se le iluminan los ojos, más cuando te cuenta con el cariño con el que trabaja y ves la felicidad cuando te dice que en los días buenos almuerza bajo un árbol y se come un trozo de tocino acompañado del vino de la bota.

Allá cada uno, es legítimo ser o intentar ser feliz, yo lo soy y lo intento porque hay que cuidar los momentos, otros serán felices siendo ricos y lo respeto pero yo no estoy en ese grupo y no necesito el reconocimiento social más allá del más básico porque sé quién soy, sé lo que valgo (con mis cosas malas y buenas) y sé que al final no te dará tiempo a rebobinar la vida. 

martes, enero 27, 2015

Sin terminar...

Para escribir un buen relato corto hay que enganchar al lector desde la primera línea, lo adecuado es comenzar escribiendo algo como "Sus mayores temores se hicieron realidad cuando, al encender la luz, encontró un cuerpo de mujer... ¡sin vida, en su cama!" De este modo el lector ya se hace mil preguntas tales como "¿Fue él el asesino?", "¿Aquella mujer era su amante?"

   Yo, sin embargo, no soy de esa clase de escritores y si soy sincero confesaré que ni siquiera soy escritor. No todo aquél que escribe es escritor, solo lo es aquél que crea. Como mucho puedo relatar algunos acontecimientos de mi vida, verídicos, claro está, porque imaginar no es lo mío. Ya de pequeño no me gustaba jugar solo porque me aburría, era incapaz de recrear mundos imaginarios como hacen todos los niños. Tampoco jugando con otros niños se estimulaba mi fantasía sino que me entretenía observando lo que eran capaces de imaginar, yo les seguía la corriente aunque en el fondo era un suplicio.

   Ahora, con cincuenta y pico de años escribo de vez en cuando. Quizás lo hago porque la tele me aburre o porque los amigos quedaron atrás, ellos están casados y yo sigo siendo soltero. Lo peor de todo es que no soy de esa clase de solteros que lo están por decisión propia sino porque nunca he sido capaz de enamorar a ninguna mujer. Tampoco crea quien, por el azar, lea esta líneas que soy un introvertido enfermizo, ¡que va!, soy todo lo contrario. Si alguien saca tema de conversación yo le sigo la corriente como cuando jugaba de pequeño con otros niños, es fácil ser extrovertido, solo hay que hablar lo justo y de lo que le interesa a la otra persona. La gente en realidad no desea mantener conversaciones, solo quieren oírse hablar y eso también es un suplicio.

   En mi trabajo no hay que ser creativo, quizás por ello soy tan bueno. Soy Inspector Contable Jefe de Hacienda. Si alguien defrauda al fisco puede que yo lo cace y lo arruine para toda la vida. Tras mis muchos años de experiencia he llegado a la conclusión de que la gente que defrauda suele ser muy fantasiosa. Y es que hay fraudes de todo tipo, tantos que puede que escriba un libro al respecto. Es curioso que a la mayoría de la gente le fascina que cuente como atrapé a éste o al otro pero a mi me aburre porque tengo que empezar explicando lo que es un paraíso fiscal. Si usted no lo sabe tampoco, no se preocupe, no tenía intención de contarle ninguna historia sobre este tema.

   Ser soltero tiene sus ventajas, la primera y principal es que hago lo que quiero; la segunda y no por ello menos importante es que lo que hago lo hago cuando quiero. Los casados creen que esas ventajas es lo que se llama "Libertad". Pero no, la libertad es libertad y nada más, yo lo sé bien porque una vez me tuvieron secuestrado durante un mes y hasta temí por mi vida. ¡Qué triste final para una vida tan vivida" Pero tampoco ahora debes preocuparte querido lector, no es mi intención hacerte partícipe de los malos momentos que viví.

   Si tuviera algo de imaginación podría escribir otro libro contando lo del secuestro, pero me acepto tal y como soy y si he de contarlo lo haré con la única ayuda de la verdad y de lo que mi mente recuerda. No añadiría nada que no fuese cierto. Lo he pensado muchas veces y estoy seguro de que lo más cerca que he estado de conocer en profundidad el amor fue cuando me secuestraron. Ella la que se ocupaba de mis necesidades básicas, me proporcionaba agua en baldes en abundancia, me lavaba la ropa cada dos días y me hacía exquisitas comidas. Ella era una víctima más, no era como los otros que estaban obsesionados con matarme.

   Para una persona que no tiene imaginación estar encerrado es..., ¡sí, lo ha adivinado!, más que un suplicio. Una persona con imaginación sería capaz de transportarse mentalmente a otros lugares idílicos, pudiera ser que se entretuviera pensando en todo aquello, en como sería el desenlace del cautiverio. Yo me entretenía recordando detalles de los expedientes acumulados que se erigían majestuosamente en la mesa de mi despacho de Hacienda.

   El día que me secuestraron era Martes, día que me gusta mucho porque ceno pizza que me traen a casa. Las pizzas me gustan sobre todo de nata, la nata me chifla, de hecho ella me hizo varias comidas con nata como aquellos espaguetis que se deshacían en mi boca. Durante mi privación de libertad nunca me dieron pizza, ni siquiera ni uno solo de los cuatro martes que pasé en aquel sótano oscuro y lleno de humedades por doquier. El martes que me secuestraron también era húmedo, el día amenazaba lluvia pero a mi me daba igual, en la ciudad donde vivo es habitual que llueva y el paraguas forma parte de mi indumentaria diaria. Cuando no llueve me vale como bastón porque de pequeño me rompí la rodilla y el médico en vez de curarla se limitó a hacer un apaño.

   Aquel día pensaba coger el autobús pues los días húmedos no me gusta andar, más de una vez un aguacero que no tiene nada que envidiar al de los trópicos me ha empapado hasta los huesos. Con el paraguas le aticé un buen mandoble a uno de mis captores antes de que por la fuerza me introdujeran en la furgoneta. Desde el principio supe que no se trataba de una broma de mis amigos casados, ellos también trabajaban y era martes. Pronto deduje que lo que me estaba sucediendo tendría relación el caso Katrina que llevaba entre manos.

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  Hoy iba a estudiar un poco y buscando unos folios para tomar anotaciones he encontrado esto escrito, en vez de guardarlo he decido publicarlo aquí. No está repasado ni corregido, simplemente lo escribí un día en el que mi imaginación se apoderaba de mi. Quizás algún día termine este libro, porque aunque aquí sólo sean unas líneas, en mi cabeza están las miles de líneas restantes.

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