El Ratoncito Pérez otras veces le había dejado dinero a cambio de un diente. La ecuación era sencilla hasta para una niña de cuatro años: diente x Ratoncito Pérez = dinero.
No sabía exactamente cómo arrancarse un diente. Ahora ninguno se movía y parecían estar pegados con aquel pegamento con el que se mamá pegó la cabeza decapitada de su única muñeca.
De todos es sabido que la persistencia de un niño cuando quiere algo es casi infinita y ella deseaba aquél dinero más que ninguna otra cosa en el mundo.
El dinero se lo daría a su mami para que pudiera comprar algo de comer y conseguir así que dejara de llorar. Ver llorar a su mami porque no podía comprar comida le ponía triste.
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Real como la vida misma, oí a una mujer en el televisor contarlo... ¿en qué mundo se están criando los niños? Y por desgracia aún hay casos peores, en muchos lugares de África (por decir un Continente) ni siquiera existe el Ratoncito Pérez.
4 comentarios:
Que triste... en fin.Un saludo.
Si, es muy triste que la infancia se crie huerfana de sueños y de cuentos, lo unico que prevalece es la amarga realidad de una historia tejida por todos aquellos que aún salen beneficiados de la extrema pobreza.
Ha sido toda una alegria volver a verte por mi espacio, tal vez deberías cambiar el enlace del antiguo blog por el actual. Al cambiar de dominio perdí a todos mis seguidores, estoy intentando recuperarlos a todos de nuevo, a ver si es posible. Me encantará verte entre todos mis amigos nuevamente.
Un fuerte abrazo
Bienvenido y maravilloso tu blog
Triste y tan real. Tal real que convivimos con eso y es la mayoría de veces que pasamos de largo.
Un abrazo!
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