domingo, diciembre 09, 2007

Un arcoiris



- ¡Subir por el flanco izquierdo! -ordenó el teniente mediante un susurro.
Aquellos soldados no entendían muy bien lo que hacían allí, se limitaban a cumplir órdenes y a proteger sus vidas y las de sus compañeros. Sabían que dependían unos de otros.

Otto no era ni joven ni mayor según para qué y fue el primero en reptar por el barro. Mientra lo hacía confiaba en que los arbustos y matorrales fueran sus aliados y no los de los otros. Al menos esta vez iban cuesta abajo.
Cuando comenzó el diluvio universal, así fue como Otto bautizó a aquella tormenta, el cielo cambió de color y a la vez lo hizo todo, antes el color predominante era el gris y ahora era el negro intenso.
A no mucha distancia observó cierto movimiento, casi distinguió el color metálico de un fusil y a punto estuvo de adivinar que era aquél zumbido. El zumbido explotó en su cabeza y todo pasó a ser negro absoluto.

- ¡Nos atacan! -gritó el teniente para que sus soldados se protegieran.

Otto fue el único que no se movió, ya era inmune a todo, no en vano ya estaba muerto.

No era el primer soldado que moría bajo el mando del teniente y muy posiblemente tampoco sería el último. Pero eso nadie se lo recriminaba pues en la guerra es lo común. La muerte siempre sale victoriosa.

Más de dos horas estuvieron sin hacer ningún movimiento, sólo observaban y se guarecían como podían. Cuando el teniente ordenó continuar muchos soldados tuvieron que abandonar el sueño.
Eran como serpientes acercándose a su presa, pero esta vez la serpiente no cazaría nada.

Cuando cesó el diluvio universal el arcoiris hizo acto de presencia. Germán recordó a Otto porque le encantaban los arcoiris, ese seguro que hubiera sido uno de sus favoritos. Luego durmió.

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